Provisor de las viejas costumbres, se podría pensar que el grupo noruego pertenece a un pasado y una cultura lejanos. Su nombre se traduce como “Guardián de las Runas”, hacen música con cuernos de cabra, flautas de hueso y una réplica de una lira alemana del año 500 d.C. El líder Einar Selvik tiene una barba larga y trenzada y un corte de pelo afilado de la era de Los Normandos. Ha pronunciado solemnemente sus odas a la naturaleza descalzo en un paisaje helado rodeado de Fiordos. Emplea tonos, modos y patrones de batería que hablan a lo largo de los tiempos y en todo el mundo: “Creo que está en nuestro ADN, en cierto modo, y creo que, dado que es algo tan global, permite a las personas conectarse con ello, sin importar de dónde son”. Wardruna hace música que bebe del pasado, describe el presente y traza el futuro, pero anhela el equilibrio entre educación e ingenuidad. La música de Wardruna explora una “fricción” entre nuestra concepción romántica de lo que significa “paganismo”, en qué se diferencia de lo que significaba en el pasado y nuestra melancolía actual ante la ausencia de la naturaleza. La música de Wardruna como una forma de conectarse con esas energías en ausencia de la naturaleza. Se convierte en un puente. Se convierte en una forma de ponerse en contacto con estas cosas que creo que mucha gente en la sociedad moderna siente como una pérdida o un anhelo. Es un medio de conexión con nuestro entorno. Pero su música no tiene por qué ser ni tan seria ni tan profunda, es un intenso regocijo de dicha y aflicción que se debe experimentar en carne propia.